Los niños exploran la tierra como astronautas en un planeta desconocido. El contexto en el que viven puede ser más descriptivo de su realidad que la sonrisa que se dibuja inconscientemente en sus caras al posar frente a una cámara, no solo porque sus expresiones pueden esconder lo que desconocen, sino por que pueden distraer al espectador con ese momento de iluminación que brinda la felicidad infantil.
En este caso los desechos de los adultos no solo forman parte del entorno en el que viven los niños, también son instrumentos de reconocimiento que los van insertando a una sociedad predestinada para ellos pero también como un instrumento de fuga para alcanzar sus fantasías. Por otra parte bajo otra perspectiva, el uso de esta basura sobre sus rostros asegura a los padres que sus hijos no sean seleccionados y reconocidos en un pueblo golpeado por la trata de personas.
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